No es la comida más importante del día por nada: el desayuno, además de actuar como cochambroso impass entre lo justificable de tu mirada perdida y esa náusea explosiva que te acompañará desde ese mismo instante hasta bien entrada la tarde, también es un momento para relexionar sobre nuestras metas más mundanas. Esas metas low profile de sabor vecinal y pasito ligero, las del day-by-day, con las que al inicio de cada jornada debemos —deberíamos— lidiar positivamente para que, gracias a su realización, seamos capaces de ver en nosotros mismos algo más sólido que ese montículo de diarrea con el que tuviste que enfrentarte (nada más levantarte) frente al espejo.
Así las cosas, Riot va y se pregunta mientras se entrega —ocioso todo él— a su sesión de jogging matutino: "¿debería hacer algo al respecto? ¿Sabrá la gente descifrar el mensaje? ¿Qué hago con este montón de uñas humanas en el bolsillo? ¿SOY o NO SOY Aquel Que Lo Da Todo-Todo, intensamente y con los ojos llenísimos de MAÑANA?"
Unos dilemas de putísima madre, vive dios.
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