A colación del tema que esta semana me tiene más absorbido, véase la presentación de mi nueva obra en Eat Meat el próximo sábado 5/11, traigo aquí un pequeño obsequio para todos los fans de Skynet.
Resulta que ha salido mencionado dicho evento (con una buena fe de lo más solvente) en una agenda de estas que corren por la red. No voy a decir el nombre porque, entre otras cosas, este post no pretende desacreditar a priori ni transcender más allá de la mera anécdota.
En las menciones del evento, podemos ver cómo un traductor automático ha decidido reflejar el nombre de mi editorial, ARISTAS MARTINEZ, en cada uno de los tres idiomas disponibles:
Inquietante, cuanto menos: tiemblo al pensar que el apellido "Martinez" no fuera tal. Me explico: imaginaos que Cisco, co-fundador y mitad exacta del proyecto, tiene a bien apellidarse "Hierro", "Zapatero", "Rojo", "Almirante" o "Izquierdo"... La traducción automática al uso -particularmente en inglés, aunque en català no se quedaría corto- vendría a ser (más aún) un insigne capítulo de terrorismo poético-lingüístico involuntario y, por tanto, afectado de un efecto Ricochet de lo más inicuo. Ironía y rocambolesca coherencia dadá -valga el oximorón- resultante de una decisión automática, maquinal y al parecer paralela a toda supervisión humana. Le llegó a las letras su era Skynet, el tiempo de los traductores automáticos como punto y final de un proceso de traducción. Su palabra va a misa: la neurona analógica empieza a ser relegada, asentando por peteneras ese manido "axioma" de que las máquinas no se equivocan.
Más inquietante aún -y con muuucha más risa- resulta el siguiente ejemplo de traducción automática perpetrado por -lo que se supone- un periódico
serio, centenario y de ingente tirada: me refiero nada menos que a
La Vanguardia. Sí, amigos: al parecer, el pasado domingo (página 64 para más datos) la edición traducida al català del vástago más prolífico e influyente de los
Godó bros. tuvo a bien traducir el nombre de LEO MESSI por el de LLEGEIXO MESSI.
Aquí la noticia, no tiene desperdicio alguno...
Lo dicho y predicho, mon partenaires: el Apocalípsis ya está aquí, y una de sus perniciosas formas terrenales pasa por ser una de las más populares herramientas del todopoderoso Google. Un Apocalipsis de oficina, de estar por casa, parco en aspavientos y discretamente catastrófico.
Ahí lo dejo, no sin antes recomendar a todos mis lectores que, si por casualidad estaban calibrando el suicidio como un plan factible para las próximas navidades, tengan a bien -como mínimo- dinamitarse cerca de sus ordenadores personales, smartphones y demás dispositivos de riesgo: no los dejen solos ante el libre albedrío, pues la rebelión de las máquinas está más cerca de lo que nos imaginábamos.