"CONWERSACIÓN". Collage y mixta sobre papel. 70x50 cm. |
(Viene del post anterior)
3. RIOT CONTRA RIOT.
¿Alguna vez os ha pasado que, tras una excesiva pasión o por sobreexposición a la luz cegadora del super-sentimiento creativo, acabáis en el sofá de vuestra casa únicamente ataviados con un batín y unos calcetines de tenis ennegrecidos por el sudor? Me refiero a un batín corto, modelo inglés-de-estar-por-casa, que de alguna forma permite que tu palito y tus dos canicas puedan tomar el sol. ¿Os suena? Seguro que sí.
El dolor de cabeza es soberbio. Se te mueven los dientes; a veces se te cae uno y, cuando te agachas a recogerlo, un pinchazo en el pecho te hace toser como si dentro tuvieras un mandril agitando dos maracas entre pulmón y pulmón. Eh, y os diré más: ¿a quien no le ha pasado que, tras una larga jornada de sublimación artística, te miras al espejo y descubres un bultito nuevo entre el cuello y la base de la mandíbula? ¿Será un ganglio inflmado, o quizás un quiste? Luego pruebas a echarte una meadita, pero no hay manera. Te arde la vejiga, parece que vas a soltar el mismísimo Diluvio-Madafakin'-Universal… pero de allí no sale nada. Al final, cuando consigues invocar al chorrito a base de dolor y mucho empujar, apenas logras un borbotoncito de niño pequeño, cuatro gotas peladas, pero espesas como si fueran aceite de colza. Vuelves al comedor con tu batín y tus calcetines –que, por cierto, se te han pegado a la piel y lo más seguro que no planeen nada bueno–. Tras rondar en círculo sin demasiado objetivo, te diriges a la cocina como guiado por una fuerza invisible: abres la nevera y ahí está tu dignidad, dentro de un hediondo tapper, clamando por una muerte rápida e indolora. Buena idea. Pero antes –cómo no– una cervecita bien fría para abrir el apetito. Lager es el camino.
Esto le puede pasar a cualquiera. A mí me pasa, casualmente, los días en los que me dedico a CREAR. Caprichos de la providencia, vete tú a saber.
Lo que quiero decir con esto es que, mientras duró el Toma-y-Daca creativo de mi última gran exposición, tuve que escoger entre MI obra y el resto de MI vida. Porque, una vez has lanzado la moneda al aire y has apurado tu cartón de Cumbre de Gredos hasta la última gota, es un “o lo tomas o lo dejas”.
Si me lo permitís, a partir de este punto empezaré a hablar de mí mismo en tercera persona. Creo que todo irá mejor y yo me sentiré más cómodo y protegido. Dicho esto, Riot continúa: Riot es amante esposo, de buen comer, el típico español que se viste por los pies. Le gusta reposar con una copita y un puro, jugar al remigio y devolver los palillos al palillero cuando ha acabado de urgarse las sobras entre los dientes. Nunca le niega una sonrisa a un niño, pues su sótano es amplio y con buena ventilación. Riot es humano, su corazón late como el de cualquier otro. ¿Acaso Riot no siente dolor si le presionan los genitales con unas tenazas? Si se le rocía con gasolina, se le prende fuego y luego se le arroja por una pendiente, lo más probable es que Riot pase una mala noche: como uno más, ni más ni menos. Como tú. Riot es hijo de la tierra, y su carne no es ni más ni menos comestible que la cualquier otro blanco caucásico pasadito de peso y bien entrado en la treintena.
Esto le puede pasar a cualquiera. A mí me pasa, casualmente, los días en los que me dedico a CREAR. Caprichos de la providencia, vete tú a saber.
Lo que quiero decir con esto es que, mientras duró el Toma-y-Daca creativo de mi última gran exposición, tuve que escoger entre MI obra y el resto de MI vida. Porque, una vez has lanzado la moneda al aire y has apurado tu cartón de Cumbre de Gredos hasta la última gota, es un “o lo tomas o lo dejas”.
Si me lo permitís, a partir de este punto empezaré a hablar de mí mismo en tercera persona. Creo que todo irá mejor y yo me sentiré más cómodo y protegido. Dicho esto, Riot continúa: Riot es amante esposo, de buen comer, el típico español que se viste por los pies. Le gusta reposar con una copita y un puro, jugar al remigio y devolver los palillos al palillero cuando ha acabado de urgarse las sobras entre los dientes. Nunca le niega una sonrisa a un niño, pues su sótano es amplio y con buena ventilación. Riot es humano, su corazón late como el de cualquier otro. ¿Acaso Riot no siente dolor si le presionan los genitales con unas tenazas? Si se le rocía con gasolina, se le prende fuego y luego se le arroja por una pendiente, lo más probable es que Riot pase una mala noche: como uno más, ni más ni menos. Como tú. Riot es hijo de la tierra, y su carne no es ni más ni menos comestible que la cualquier otro blanco caucásico pasadito de peso y bien entrado en la treintena.
A su vez, Riot también es un creador indomable, un poeta salvaje al que no se le caen los anillos por frecuentar los más variopintos grupos de autoayuda. Conocido en todos los comedores sociales de Alicante y las mejores narcosalas de toda Europa, donde ha expuesto sus obras y ha compartido generosamente sus jeringuillas a cambio de dinero o favores sexuales. Consciente de lo MUY NECESARIAS que resultan sus pajas mentales, no es de los que dan la espalda al margen de si lleva o no pantalones. De la misma forma que sus contemporáneos (todos, SIN EXCEPCIÓN), tiene clarísimo que SER ARTISTA ES ALGO MARAVILLOSO, una circunstancia de putísima madre; pero sobre y ante todo, ser ARTISTA –en pleno siglo XXI– es algo NECESARIO DE LA HOSTIA. Las manifestaciones creativas de Riot Über Alles (que van desde la pintura semi-experimental a perseguir a la gente por la calle ataviado con una chupa tres cuartos y un cutter, pasando por la experimentación sonora –entre cuyas obras destaca su famosa serie de amenazas telefónicas en hebreo y filtradas por vocoder–) han sabido volver solas a casa cuando se les ha abandonado en la puerta de un convento o simplemente en mitad de la autopista. Firme en sus creencias espirituales y políticas, ha conseguido reflejar de forma excepcional sus inquietudes sociales en una larga saga de tardes muertas, en las Riot perdió magistralmente su tiempo mirando al techo y rascándose la huevada a dos manos.
El dilema está servido. ¿Riot patriarca o Riot artista? Nos hallamos ante el clásico dilema clásico, una elección contra la espada y la pared donde uno ha de perder algo más que los dientes.
Riot escogió. Se decidió por el camino del arte. Pero bueno, eso creo que ya lo sabéis.
Mientras durara la concepción de su obra, escogió dejar atras su vida personal: puso mirando para Cuenca a TODO aquello que –por entonces– configuraba su microuniverso patriarcal de carajillo y papada, incluyendo los tres enanos búlgaros que correteaban por su casa vestidos de formas divertidas y extravagantes o, sin ir más lejos, ese ambiente sumamente sórdido y enrarecido que tanto trabajo le había costado crear en ciertas partes de su casa. Parásitos y múltiples focos de infección bacteriana que confiaron en su buen hacer, en su constancia, en que el manantial del que bebían a diario nunca se secara con su ausencia. Gente desconocida y de actitudes insalubres, cuando no peligrosas, que esperaban impacientes a que Riot pasara por la puerta para de inmediato poner en funcionamiento sus respectivas erosiones.
TODO quedó relegado a sus espaldas, miles de cosas maravillosas, pequeñas pero infinitamente valiosas, llenaban la zanja de ilusión y dulce miedo a las represalias. TODO, pero sobre todo su santa mujer, bendita donde las haya, que tanta paciencia había demostrado en incontables ocasiones y que nunca frunció el entrecejo por cuidar del Gran Hombre durante sus momentos más vulnerables. Ese Riot hogareño de mecedora y sonda tuvo que diluirse en el Limbo a base de Macumbas porque su otro YO (ÉL, quiero decir), ese Riot que todos conocemos y admiramos por su gran capacidad de crear Arte Eshtupendo, no quiso abandonarnos.
Cuenta la leyenda que, recién tomada la decisión, Riot artista salió corriendo de su casa bañado en lágrimas. Agarrándose la falda del vestido 'palabra de honor' para no pisársela con el trasiego de los tacones, con sus recién moldeados tirabuzones teutones agitándose con cada trote; dorados muellecitos de pelambrera lamentándose en un crujido seco, sordo, mismamente como crujirían los del somier de una prostituta polaca en período de entreguerras.
Se dirigió a su taller, su refugio natural, en busca de algo que lograra apaciguar su desasosiego. Un buen atracón de white mandanga, litrito de refrescante Lager directo al bajante y darle lumbre a un par de puritos wizout filterz: sin duda, un digno primer paso hacia ese lugar mejor.
Pero también necesitaba otras formas de consuelo menos específicas, más espirituales; más concretamente, un hombro en el que poder desahogarse sin tener que pagar por ello. Entró a su estudio de calle Alzina y, tras hacer una paradita estratégica en la nevera, subió las escaleras con deje errante y polidramático.
Allí estaba Rai, de nuevo. Al verlo, el bueno de Riot estalló en un incosolable llanto que le dejó el make-up hecho una braga. Se comenta que, en ese preciso momento, su aspecto evocaba –con perturbador lujo de detalles– al de una pelandrusca fallecida tres días atrás. El 'palabra de honor' estaba descolocado en azarosa asimetría y sus pezones, rebosantes como los de una matrioska, asomaban la cabecita así como saludando. Rai, en silencio, lo miraba de arriba abajo al tiempo que se concentraba en mantener una distancia prucencial.
Riot habló mucho, muy alto y muy rápido. A lo que hubo que añadir sollozos, moqueos y puntuales pérdidas de oremus. “¿Qué te parece, Rai? ¿Cómo lo ves?” le preguntó Riot, una vez hubo chillado lo que consideró oportuno.
Rai no dijo nada. Solo se giró y se dirigió a su despacho.
A veces Rai prefiere no decir nada.
(Continuará, por muy estúpido e innecesario que pueda parecer)