jueves, 12 de junio de 2014

BEYOND DOPPELGÄNGSTA (I): DISECCIONANDO INSECTOS.

El sábado pasado se dio por vendido todo el pescado de DOPPELGÄNGSTA. Adiosito, gracias por venir y nos vemos en la próxima. Con dios.

Después de tres semanas largas de exposición, dos eventos y alguna que otra venta, venía yo preguntándome lo que –supongo– se pregunta cualquier persona sin título nobiliario y/o con dos dedos de frente, por lo menos una o dos veces a lo largo de su vida: y ahora qué.

La cosa es que, tras parir la última obra de la expo –con la inauguración a tres días vista, siendo esta última pieza un sentido homenaje a ese gran aglutinador de viejas guardias que es Alejo Vidal-Cuadras–, me dije: "esto [observando con detenimiento la obra, una vez enmarcada y embellecida en la medida de lo posible], ESTO es una PUTA MIERDA, así que voy a dejar de pintar un tiempo". A lo que añadí, esta vez con la boca pequeña: "porque no tienes pelotas de hacer lo que tienes que hacer y acabar con esta patraña de una vez por todas". Recalco que todo esto me lo dije con el corazón en un puño, poca broma. No lloré, ni tampoco acabé estirado en el suelo, oscilando sobre la curvatura de mi espalda con los brazos cruzados como lo haría una nenaza con ganas de correctivo. Me dije todo aquello –que tampoco era mucho– en plan muy sufrido para mis adentros, pero manteniendo en alto mi varonil compostura. Por lo menos al principio.

"PEDERASTA". Collage pre-electoral y mixta sobre papel. 50x70 cm.

Dedicarme a cultivar hortalizas, aprender a tocarme la punta de la nariz con la lengua, tomarme más en serio lo de fumar en papel de plata, ahorrar para implantarme unas tetas de goma, escribir una novela autobiográfica mala de cojones y llena de clichés más resobados que un polvorón en un comedor social... Las posibilidades que barajé no fueron pocas. Esa natural inclinación hacia la aventura y los senderos de paso incierto ha sido un punto clave que ha presionado efectivamente mi toma de decisiones desde que tengo uso de razón (en realidad, desde que el asunto del bebercio se me fue de las manos; pero dado lo difuso de mi verdad histórica, mejor optar por la frase hecha).

Una muchacha frente a uno de mis cuadros, optando sabiamente por mirar al techo.

No obstante, y a pesar de la gran calidad humana de todas las posibles ocupaciones con las que poder llenar esos soberbios socavones espirituales con los que sin duda iba a encontrarme en ese nuevo camino con dirección diametralmente opuesta a la –muy taciturna, visto el panorama– ocupación a tiempo parcial de "creador de imágenes", ninguna de mis opciones llegó a transmitirme la energía y buen rollito necesario como para aparcar de forma indefinida una de mis habilidades estrella. Por lo que concluí que, por lo pronto y a falta de un input con solera, mejor era malo conocido que bueno por conocer (de nuevo, una frase hecha para salir del paso: síntoma inequívoco de que se me está pudriendo el cerebro más rápido de lo previsto).

Mal asunto: con todo eso volví al último punto de inflexión conocido, y por ende al principio de esta historia. Volví a mirar el collage de Alejo: seguía siendo algo malo, o como mínimo algo no bueno. De factura cutre, como si le faltara un hervor. Un despropósito con aroma a pereza ontológica, pero sobre todo con un invasivo regusto a refrito, y no solo porque la base –fotográfica y electoral a la par– ya viniera grasienta de origen. Ante mí reafirmé la conclusión de una broma enajenada que en algún momento me gasté. Al parecer, dicha socarronada me hizo tanta puta gracia que de reír se me debió desencajar el engranaje encargado de tirar del carro. Me sentí, de nuevo y más que nunca, estancado.

"AFEITÁNDOSE FRENTE A UN ESPEJO CUBIERTO DE VAHO". 34x45 cm.

Días después, di con el bálsamo. Un remedio de medio pelo que, si bien no lograba solucionar mi problema existencial (sobre lo pertinente de ocupar mi tiempo libre en requetefreír sin demasiada gracia mis aspiraciones creativas junto a un ultimátum de referencias culturales, todo bien sazonado con un puñado de necesidades culminantes según la Pirámide de Maslow), me propinó alivio y me dió algo más de tiempo. Un tiempo imprescindible para pensar qué coño hacer en todo caso, por dónde ir para a fin de no ser gangbangeado por una pandilla de payasos ebrios encima de un pinball en un bar de carretera.

Ahora estoy bien. Más o menos. Todo ha vuelto –aproximadamente– a su cauce. Incluso miro fijamente a los ojitos de mi Alejo y creo que "no está mal del todo". Sigue sin ser algo como para tirar petardos; mas ahora, tras dejarme seducir por el bálsamo, sinceramente pienso que tampoco desmerece. 

Ah, eso. El bálsamo. Nada, muy sencillo: una tarde muerta me senté frente a mi ordenador, me di una vuelta por la web y pronto me sorprendí visitando vuestras páginas de trabajos. Vuestras pinturas, ilustraciones, textos, opiniones. Vuestros bitácoras de selfie-y-cierra-españa. Ese halo de solemnidad en vuestras proyecciones. Autoindulgencia, autoidolatría y auto de fe(ria) pero sin confesión mediante. Eso, y que la autoproclamación de #artista (simbolito de los cojones incluido) esté a la orden del día por vuestros lares.
Eh. No digo que esté mal.

Según pude deducir, algunxs de vosotrxs –bastantes más de lo meramente inquietante– habéis conseguido engañar a la concurrencia, haciendo pasar vuestras cosas (dignas en un principio, qué duda cabe) por realizaciones dignas de mención (en todo caso, finalmente magnificadas por algún síntoma alucinado de sobrevaloración exponencial). En algunos casos concretos, cobrando por ello. Cobrando BIEN. La repanocha, vamos.
De pronto, una sensación de esperanza me recorrió la espina dorsal de la nuca a la rabadilla. Acto seguido, recobré –con más fuerza que nunca antes– mis ambiciones de cobrar un razonable pastizal por emborracharme y pasar la picha por un papel, un lienzo o lo que toque según indiquen los 'must' de temporada. Ah. Y hablar de mí y de mis jodiendas plásticas en tercera persona, mirando raro y poniendo boquita de leporino sexy mientras me aprieto un pelín el cilicio, modo comotúyyosabemos.
Solo tengo que analizar un poco más vuestro modus operandi. Estoy en ello.*

Y ahora qué.
Pues nada, gracias por la parte que os toca.
Y a ver si empiezan a vender metralletas en los estancos. **



*Nota del autor: la presente diatriba está focalizada hacia un tipo muy concreto de fantoche alejado de lo que me suele rodear, y que además no suele pasarse por aquí (este blog) porque no suele interesarse un carajo por cosas como esta. Y bien que hacen, qué coño.
El concepto "vosotros" lo uso para enfatizar alguna mierda de esas que hacen que tu texto sea la hostia, ¿me explico? En plan jambo incomprendido que, gracias a una innata y rarísima habilidad, es capaz de combinar sin arrugarse la brabuconería de un Paco de Bar con la sensibilidad de un dandy. 
Pues eso, buen rollo si es de menester.

**Lo de "vender metralletas en los estancos" es original de ESKORBUTO. Un respetito para LOS MÁS GRANDES.