jueves, 16 de febrero de 2012

FOOTLOOSE (Barcelona ciudad)



Apunte preliminar: si es cierto que los zapatos imprimen al dueño/portador cierta personalidad -en extremo valorada según el ámbito-, obsérvese el vacío creado y comprendido entre el momento de la adquisición hasta la conciliación absoluta -tanto a nivel ontológico como formal- con la que el mencionado sujeto considera a ese par -calzado, dos, normalmente simétrico, sección de complementos-  como único y propio (ejemplo: "estas son mis botas de salir / mis botas de la suerte", o "justo estos tacones no los he vuelto a ver así; puede que parecidos. Pero estos, así tal cual,  tsk, tsk, tsk".) Culminación laboriosa e incluso penitente, con un margen relativamente restringido de éxitos y de contrastada obsolescencia. De eso, y del previo e ineludible vacío que se mantiene hasta bien entrada la fase final del proceso: por ahí vamos. 


Aún puedo ver cómo esos zapatos que -evidentemente- alguien te compró por navidad hoy siguen empezando a arrugarse. Sin aspavientos de emergencia, sin grandes dramaturgias ni épicas trascendentales: se arrugan. Caminas, caminas un mes, caminas casi dos. Caminas, adoptan la forma (es decir, se arrugan) pero todavía pareces ese tipo tan concreto de imbécil que tan sólo por ir con sus zapatos -casi- nuevos parece como que no sabe nada de la vida. Como acabado de llegar, casi que recién estrenado, sin -ni de largo- las hostias suficientes sobre sí. 
Es por eso (a parte de lo que ya nos conflagra) que sigo deseando verte en una situación totalmente desagradable, de la que te aseguro no podrás aprender nada. Una situación -por darle algo de esquema a la idea- de hacia abajo y la calculadora rota con las teclas on the run y tus zapatos ahí en medio recién acomodados a tus pies preguntándose sobre el siempre proverbial y ahora qué. Ahora qué, después de haber superado toda náusea inicial de ti y toda tu cosmología. Ahora, que estaba lo duro casi todo hecho. Ahora fíjate tú que van a ser de otro, robados como si fueran vulgares chochos de indígenas; cuando se les pregunte, primero dirán traspaso por defunción para proseguir, tras la pausa justa, con un nos caímos por las escaleras hace nada

Y lo dirán como si no les importara mas en realidad les importara. Mejor sería simplemente al revés, ya ves: saberse de lo malo lo mejor, una frivolidad de la memoria. Sintaxis formal para conversaciones de ascensor entre la línea espacio-temporal y la significación de la materia, ambas rehuyendo el tema de porqué tú y no otro.

Aunque todavía sigue siendo apenas una evocación, casi mejor que lo imagines ya: tú -tal cual- sin poder hacer nada, con los pies de otro bien metidos dentro de ellos y tú que tanto luchaste por darles una educación y unos principios, formas. Domarlos y , cierta forma única de cariño. Sobre ellos con el agradecimiento nacido mudo de quien se presupone merecedor.
Así, en abstracto.


Y la higiene, esa magia tan sensible al criterio, relegada a una elipsis reconcomida de vergüenza.