miércoles, 29 de febrero de 2012

COSAS BUENAS Y MALAS DE SER JOVEN MUJER (PARTE II, Y ÚLTIMA)



Ana Botella haciendo alarde de su habitual nivel de entrega (Foto cortesía de Job, el del libro de)


Pero no todo aquello relacionado con la senectud es tan negativo en otros planos más desvinculados, quizás, de la mundana planicie por la que diariamente transitamos como pingüinos somnolientos y afectados. 

La vejez, decrepitud camuflada en ridículos pasajes pretendidamente serenos y reflexivos: senos precipitados al vacío, tan susceptibles a ser sustituidos tal cual se tercie por la arrogante insolencia de dos nuevas peritas primaverales. Un rostro por lo general ajado si no se es adinerada y con posibles. Y ni así: incluso esas pencas caen ante la inquisitorial inquina de la madre naturaleza y de la madrastra gravedad. Nada salva a esas gallinas de caldo ante el paredón de la edad, devastación insobornable a la postre, inherentemente rigurosa e imparcial. Eso, debo apuntar ahora que viene a colación, es algo MUY hermoso. No me refiero a los pormenores estéticos del ciclo de la vida, ni al operandi maquiavélico de la bella y cruel línea espacio-temporal, que en su unilateralidad todo nos lo da y todo nos lo quita. No. Me refiero a que mola mucho ver a estas tipas sufrir. Pasarlo mal sabiéndose moribundas y acabadas. La democracia existe, por mucho que los nuevos hippies intenten negarlo. Hay que saber ver más allá de las hostias macanudas que nos han sido asignadas por ley y decreto. La justicia poética, el día de San Martín, y sobretodo el Apocalipsis, que siempre ha sido algo lento que camina por el pasillo de casa en pijama y zapatillas. 

Al tema. 
A la hora de robar a alguien, cualquier persona en su sano juicio intentará siempre atracar a alguien más débil. Me refiero al robo con amenaza, por la fuerza, de barrio. El de toda la vida. Bien. No me imagino a un tipo que no sea absolutamente subnormal robando a un sujeto que pueda salirle, por así decirlo, contradictorio. 

Ejemplo práctico: tú robando al campeón mundial de moai-thai y combate combinado. Un fiera del vale-tudo, un survivor de la arena, tigre de dos patas. Uno de esos que con tan sólo unos calzoncillos de satén serigrafiado y unas rodilleras puede matarte mínimo tres veces.
No, yo tampoco. A eso me refiero. 
Vas a otra cosa.
Y debo decir, para la seguridad de la mayoría, que SI NO SE ESTÁ TOTALMENTE SEGURO DE PODER DOBLEGAR AL OBJETIVO, MEJOR ES DESISTIR. Cuidado con los flacos, que tienen un pronto malísimo. Y también con los tíos bajitos. La mayoría de tipos con estaturas cortas, sin llegar a ser enanos ni tener una paga por invalidez, pueden llegar a tener muy mala leche. Francisco Franco, que dios lo guarde en su hot holy glory hole, era bajito pero bien que puso a los sediciosos en su sitio, madalena en mano. En definitiva, eso: que la pretendida igualdad de condiciones o toda presuposición de ventajas que podamos hipotetizar a nuestro favor en base a presuposiciones infundadas -o, por lo pronto, no certificadas- son movida imprudente

Y sí, caemos en el tópico de la vieja y tú en plan Torete dando el tirón bla bla bla... 
Bueno. Eso está bien, pero hay que ser más-de-visión.   

Como en la parte anterior de esta disertación (véase post inmediatamente anterior), pondremos dos ejemplos prácticos. El primero, robar a una bellísima jovencita de 20 añitos rasantes. El segundo tiene como objetivo una pájara -que no es tu madre, esencial- de más de 50 y con cara de tener algo que te gustaría tener

El primer caso raya en una evidencia que bien conoce la cinematografía de género y producciones directas a video. Vas a robar a una jovencita, le sacas tu chirla, un bofetón si se tercia y hasta ahí todo normal. Pero luego... ah. Ah, amigo mío. Luego reparas en ese par de melocotones doraditos al sol. Miras esa boca llena de posibilidades, de ensanche místico y vaticinios harto felicianos. Miras los botones de su blusa, de su pantalón que clama al buen rollo y a relajarse. Y ya no sabes si robarle la cartera o el corazón.

Amigos míos, es casi extravagante la cantidad de jovencitas que se sienten impresionadas por la virilidad implícita en un hombre armado con una navaja. Les encanta. Se chiflan por los tipos duros, duros y un poco intelectuales. Es decir. Como un Jean Genet pero sin ser un maricón de mierda. Extiéndome: Jean Genet, que era un invertido de la peor calaña, podría haberme llegado a gustar si y solo si:

1. No hubiera sido voluntariamente un pervertido adicto al palitroque patibulario.
2. Si lo hubiera leído (a Genet).
3. Si supiera leer (yo).

Para su desgracia, él nunca hizo un libro con dibujos. Tan preocupado como estaba por saberse en los brazos de marineros turcos y chaperos passolinianos, se cerró así mi puerta para siempre, cosa que en casos como en el de Genet (como era él y todo eso del bar Cosmos y lo de los presidiarios), no solo pasa por "eso", sino también por publicar libros sin dibujos

Bueno, al caso. Que me lío y luego me cuesta mucho hacer memoria.


Le pedimos a la jamba que se saque las botas, pues están casi nuevas y podrían dar de sí. Se agacha, y como dice el señor Chinorri, se le ven las tetas. Bien. Las tetas jóvenes son sin duda un excelente bálsamo para el alma de un hombre que sigue el sendero de la rectitud al que la virilidad invita, una vez ya te has ido por lo menos una vez a putas. Perder la virginidad con una fulana es algo de lo que todo buen padre ha de encargarse. Sigamos, pues, el ejemplo sacro de San José, pero sin llorar.

La tienes ahí y la cervatilla te suelta el monedero y la esclava de su ex. Buen momento para revisar su DNI y preguntarle "¿es acaso este tu domicilio, muchacha?". A veces no responden a la primera, pero para eso tenemos la navaja. Cuando obtenemos una respuesta que resulte veraz, es cuando decimos eso de "pues mira, no te robo pero mañana te pico a casa y te bajas un rato y damos una vuelta que te invito a un porro y te presento a mis colegas". Bien hecho chaval, buen golpe!!! Voilà: he ante tus ojos la madre de tus hijos de la gran puta.

Huelga decir que, en el otro caso (el de la penca pureta), todo se desarrolla con quirúrgica eficiencia. No acabas enamorándote de tu víctima, le robas y punto. Ni hijos, ni hipoteca, ni tener que lavarse los dientes a diario, ni paseos los domingos, ni dejar de beber, ni mentir a tus amigos porque la parienta se pone violenta. Felicidad completa, eso es: pillas la pasta y las joyas. Drogas, putas y si se tercia un bingo con los amigos. Chándales integrales para los domingos ir a comprar el pan como-un-señor. Apuestas en peleas de perros. O de gallos. O te metes la pasta por el culo. Pero sabes que estás escogiendo, y eso es mucho. Eh. Mucho. No te olvides.

Mucho. 



Ana Botella según el ojo sensibilísssimo de Lorenzo Quinn (a sus pies, maestro)