sábado, 16 de noviembre de 2013

LO QUE TRAEMOS



Traemos muertos.
Traemos ciegos.
Traemos asimétricos, dandys,
gente incompleta.

Traemos sacos.
Y en ellos
senos impares, pómulos sueltos
y un puñado de cosas
que van por dentro:
intestinos gruesos rellenos de capricho,
lonchas de grasa fresca,
docenas de pulmones bañados en alquitrán.

Traemos regalos, más o menos:
traemos cepos, plásticos y alambres.
Traemos musgo sobre los cráneos más viejos.

Traemos pelo seco y buches para quien los quiera,
lo traemos todo y es vuestro
como vuestros son esos virus
que os deben la vida y justo por esa razón
os matarán a la vuelta de la esquina.

Traemos polvo de aire, aire en polvo.
Traemos nubarrones de hueso y cemento del desierto.
Traemos lo que estabas esperando,
sin piernas y semidesnudo
un mendigo camboyano
del que te separaron nada más nacer.

Traemos agujas para sembrar
y semillas de expectativas
solo subterráneas.
Traemos la tierra más dura, escamas en abundancia
y otras muchas cosas de las que ni siquiera nosotros sabemos.

Traemos nuestros cuerpos –faltaría más–
reblandecidos por la humedad
y el uso indebido.

Traemos cepas, simientes, caldos de cultivo.
Traemos plagas individuales
y tras nuestros pasos
un rastro de dientes de leche
para que no se nos pierda
la Muerte por el camino.

También zumo de plomo, piedras peludas,
ovillos de lánugo
y las más insólitas formas de ignorancia:
lo traemos todo, no hemos olvidado
esencialmente
nada.  

Traemos el último tramo del camino
–que hemos reservado para el final–.
Traemos al último, a los ausentes.
Traemos el no saber qué hacer.
Traemos esponjas empapadas en magma,
varias excusas (por si acaso)
y un pequeño sobre cerrado
que contiene de una vez por todas
los Tres Nombres Verdaderos.

Justo esto es lo que traemos,
ni más ni menos:
estamos llegando.

A partir de ahí
ya nada será asunto nuestro.
Tan solo nos dejaremos sorprender.

Y cuando haya pasado
todo lo que tenga que pasar,
usaremos los ojos que aún sigan en pie
para una vez más volver
por donde hemos venido.