Esperemos que los recientes escándalos acaecidos en el entorno de la realeza española -o, para ser más exactos, de sus consortes- no enturbie el orgullo y la satisfacción que, como una miasma de rigor estacional, se ciernen año tras año sobre el estado anímico de Don Juan Carlos I, a.k.a. Ecce Homo.
Podría salir desnudo. Eso estaría bien, sería gracioso y fresco y memorable y quizás dicho acontecimiento lograra diluir, por poco que fuera, la sensación de que al calendario maya se le han acabado los números. Desnudito y sudando: o, en todo caso, Marichalar -ente orgánico del que me declaro ABSOLUTO FAN-, guiñándole el ojo a la audiencia. Me refiero al ojo que no se le paralizó después del último empacho de yeyo. Ese ojo que mira CON RECELO los actuales flirteos de su ex, Elena, con un ficus coronata más joven que ella y con ganas de ascender.
Días aciagos enturbian y hacen palidecer el natural resplandor áureo de los excelentes.
Y yo con estos pelos (sic).
(En la imagen, la felicitación a-navideña de Radio Bronka 104.5 FM).