miércoles, 28 de diciembre de 2011

APRENDAMOS HISTORIA DE UNA FORMA AMENA




Lee nuestro estudiante de Historia un capítulo de nuestra ídem, que atentamente deglute ajeno a las desavenencias entre el claustro de profesores y el Apocalipsis mismo. Prefiere visualizar a su modo, saberse capaz y escoger libremente el argumento de su última visión consciente. Gusta más de involucrarse en el pasado (tan lleno de buenos momentos) a ser partícipe de un presente tan tedioso y previsible.

Así lo escribió Saint Emmanuelle Jaques-Jon Valderramaux, miembro senior de la Pauperes Commilitones Christi Templique Solomonici Crew: 

"No acababa de entender muy bien lo de las flechas en llamas, lo de todos esos cuerpos desaprovechados de cavidades cerradas y de nuevo vulgares hasta hartar. Y es que el asunto, así a bote pronto, creó de entrada un desconcierto en absoluto baladí, generando muchas más dudas que certezas.

A pesar de todo, sigo repitiéndole a todo aquel interesado en conocer los pormenores de mi juramento que todo esto empezó por la cabellera de una joven muchacha que un buen día tuvo el peor día de toda su corta existencia. Cabellera que ahora descansa plácidamente dentro de una urna ante la que en breve me veré postrado y ensangrentado. Dispuesto a presentarle mis respetos y contarle, así como si estuviera rezando, hasta el último de los escarnios que en su honor acontecieron con todas las letras. Pienso capote y síntoma de cráneo y miedo infantil e infinitas variables del horror puro y formaldehído y mírame cómo me he puesto y de paso un manojo de pichas enemigas para engalanar el pedestal. 

Bajo la armadura me rozan las enaguas y me siento -así es- severamente descreído, y de alguna forma traicionado. Pero no viene a ser esa la esencia del problema que me ocupa ahora; eso es ya sedimento antiguo aunque a primera instancia un escandaloso goteo rubí me haga de sombra y delate mi reciente camino, pareciendo que pero sin ser. Sé lo que es pasar hambre, amigo mío, hambre de verdad. Estrujado hasta la osamenta y ni medio bofetón para compartir con los míos. Ha sido precisamente la carne que habita a oscuras bajo mis uñas la que ha revivido y adiestrado a éste mi nuevo cuerpo, unidireccional de ahora en adelante y con una causa única entre ceja y ceja: cinética vocacional sin parangón que me blande junto a su monomanía y gustosamente me niega todo reposo. Fue un trabajo arduo: una nueva forma de paciencia, el templado cerrojo que enclaustró toda ira ajena a nuestra misión, el tan específico diálogo de la venganza, todo ello argamasa y catafalco alzándose sobre la intemperie de estos tiempos aciagos. 

Luego fue que vinieron las flechas en llamas, las mujerzuelas de partes intercambiables, el hueso vacío y el plástico caliente. Ah, el plástico. Qué invento más sospechosamente diabólico, y qué anacrónico. Llegaron a su vez torres de humo duro y huellas de sangre sucia en todas direcciones. Trofeos agitándose vivos aún dentro de los zurrones y las pruebas de fe y todo eso que ahora me mantiene ocupado y sin apetito alguno. 

(Hay veces que) no es necesario saberlo todo. La consigna puede orientarte, si es que acaso te quedas sin nada. Llamadme iluso si gustáis, pero sabed que cuando muera me meteré una nube entre las piernas. Mientras vosotros, desayunando a duras penas y sin gloria alguna, no sabréis invocar alivio alguno para vuestros sobrevalorados torrentes sanguíneos. Es decir. Más allá de la casquería y de todo este desorden, las colinas sólo suben y bajan. Y no hay en ello mérito alguno; nadie ama ni venera a los ascensores (sic) ni a las aguas que tan sólo hierven, las regurgitaciones o a los habitantes de las llamadas antípodas. El futuro sólo puede ser escrito por aquellos que, tras memorizar -por ejemplo- el mensaje implícito en la cabellera agusanada de una manceba cuyo nombre ahora mismo no recuerdo, sobre bermejas cenizas levantan ciudades como se levantan las faldas de una sirvienta ligera de cascos."