miércoles, 7 de diciembre de 2011

ACCIDENTE MORTAL DE AVIÓN ACABA EN TRAGEDIA





Estupor y decadencia formal entre familiares y atractivos operarios uniformados esta tarde en Ciudad Roberto. Lo que parecía ser un muy asimilable accidente mortal de avión ha devenido, a primera hora de esta tarde, en una tragedia de amplio espectro y peor aspecto. Se conoce que el Boeing 747 con destino a Soborno fracasó con éxito cuando intentaba un aterrizaje forzoso y no demasiado motivado sobre las pantanosas faldas de alguna de las muchas montañas que peinan en formación el horizonte de la cordillera esa que se ve al fondo. Los pasajeros, una vez debidamente calcinados y listos para el embalaje, fueron una agradable sorpresa para aquellos chacales que, atraídos por el aroma a barbacoa campestre, se encontraron frente a un festín improvisado y todavía humeante que sin titubear degustaron animosamente en jauría.

Todo transcurrió en perfecto y silencioso orden hasta que los familiares de las víctimas, los cuales fueron transportados como ganado desde sus ciudades de origen hasta los ignotos parajes donde aconteció el suceso, tomaron tierra con la intención de identificar a los suyos. Al parecer, dos familias empezaron a discutir acaloradamente sobre la identidad de un pequeño cadáver, lo que antes fuera un niñito sano y saltarín con sus esperanzas y sueños y todo. Ante la firme promesa de que "los rumanos de aquí hoy no se van de rositas", ambas familias se enzarzaron en un torneo medieval a caballo y pértiga. Los caballos, palpitantes y sudorosos sementales de crines pelirrojas y magníficas pollas, trazaron los senderos de sus mutuos desafíos sobre una multitud de pasajeros supermuertos, creando así una confusión más allá de lo razonable. A galope, señoras que hace tiempo perdieron la luz y el brillo estrógeno de quien está en edad de merecer, obviaron y ningunearon multitud de cráneos, sistemas linfáticos estropeados, vientres hinchados por el metano y falanges retorcidas aferradas a cartillas de racionamiento. Sangre, casquería y polvo de hueso se mezcló impúdicamente con la misma tierra que fue fertilizada, siglos atrás, por el semen que los pastores no quisieron compartir con sus ovejas.

Luego alguien empezó a contar chistes de negros. Chistes realmente buenos, pero políticamente poco digeribles, no aptos para caucásicos furiosos y sin sentido del humor. Hubo algunas risas que lograron destensar un tanto las fajas del odio, pero todo intento fue vano. Los Nazarenos, ajenos a cualquier sensibilidad que no coincidiera con aquella que forja enormes barras de caramelo de connotaciones conmemorativas, hicieron lo suyo sin miramiento alguno. 

Con los ojos enrojecidos por el estupor general y todos sus afluentes, muchos de nosotros no dejaremos de preguntarnos qué es lo que realmente se esconde bajo las enaguas que forran esas túnicas tan poco evocativas.