miércoles, 13 de julio de 2016

ODAS: cuantas más, mejor. O eso he oído por ahí.



"Rockabilly Gloryhole". Fotografía. Julio 2016.


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ODA nº1. Mi ciudad, ya que estamos.


Mi
    oh
        (qué decir):

siempre he deseado

    entre otras cosas
quemar un cajero-con-indigente

quemarlo
   dentro de mí como un deseo
   inconcluso dentro
      de mí
         luego escojo doble menta y azul de la marina
porque P U E D O
      —así funcionan oh 

      este tipo de núcleos urbanos—.

Mi lista de deseos crece irregular, cada día
                                                              dentro.
                                                                           Por lo pronto.


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ODA nº2. El Amor (Parte I: términos generales).


Sólo un corazón solitario,
sólo aquel que bien conoce la Pena

sólo el pálpito que anhela y es anhelado:


sólo ése, y nunca otro
puede marinarse
    sin que su sabor original se convierta
    en una verbena de extrarradio.

El resto —que no son pocos—
   hervidos valen
y si bien las brasas o los salteados bizantinos
   pudieran según cómo pecar de profanos,

yo digo SÍ
   grande y fuerte siempre al amor
en todos y cada uno
    de los comedores sociales del país.


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ODA nº3. País.


Somos como
    calcetines vueltos de días:

las escamas de piel
    muerta
sobre la tela

una (casi) indescriptible
   danza fecal

que, si todo va
   como debiera,

te hace pensar en
   cortarte
                 los pies.

En ser de nuevo 

algo que se arrastra.


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ODA nº4. Las montañas y los campos.


Hay que saber verlo:
    como quien se somete a una asfixia voluntaria,
    mis montes nevados
    son polvo
        sobre los libros

(dudo de las horas tanto como del lenguaje)

y aún hoy raso el sendero
   habrá de conducirme a través
—de igual forma que una lanza es primero
   un palo sin afilar—

inseminado en campo abierto
por la primera y más poderosa de las Urgencias.




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