"Rockabilly Gloryhole". Fotografía. Julio 2016. |
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ODA nº1. Mi ciudad, ya que estamos.
Mi
oh
(qué decir):
siempre he deseado
entre otras cosas
quemar un cajero-con-indigente
quemarlo
dentro de mí como un deseo
inconcluso dentro
de mí
luego escojo doble menta y azul de la marina
porque P U E D O
—así funcionan oh
este tipo de núcleos urbanos—.
Mi lista de deseos crece irregular, cada día
dentro.
Por lo pronto.
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ODA nº2. El Amor (Parte I: términos generales).
Sólo un corazón solitario,
sólo aquel que bien conoce la Pena
sólo el pálpito que anhela y es anhelado:
sólo ése, y nunca otro
puede marinarse
sin que su sabor original se convierta
en una verbena de extrarradio.
El resto —que no son pocos—
hervidos valen
y si bien las brasas o los salteados bizantinos
pudieran según cómo pecar de profanos,
yo digo SÍ
grande y fuerte siempre al amor
en todos y cada uno
de los comedores sociales del país.
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ODA nº3. País.
Somos como
calcetines vueltos de días:
las escamas de piel
muerta
sobre la tela
una (casi) indescriptible
danza fecal
que, si todo va
como debiera,
te hace pensar en
cortarte
los pies.
En ser de nuevo
algo que se arrastra.
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ODA nº4. Las montañas y los campos.
Hay que saber verlo:
como quien se somete a una asfixia voluntaria,
mis montes nevados
son polvo
sobre los libros
(dudo de las horas tanto como del lenguaje)
y aún hoy raso el sendero
habrá de conducirme a través
—de igual forma que una lanza es primero
un palo sin afilar—
inseminado en campo abierto
por la primera y más poderosa de las Urgencias.
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