sábado, 17 de octubre de 2015
Amanti d'Oltretomba
Amanti d'Oltretomba (Mario Caiano, 1965)
No.
No no no
no no no no no:
ya tuviste tu venganza, Stephen.
Pero según tu versión de los hechos
la venganza de verdad llegará
solo tras habernos precipitado más allá de
los umbrales
del dolor
del dolor
del dolor que en sus umbrales respectivos
etc.
Y aquí estamos
otra vez
rogándote por un sorbo de agua sucia
que —bien sabemos—
nunca llegará a la piedra de nuestras bocas
así que te lo repito una vez más, Stephen:
matándome
NO acabarás conmigo.
Si pudieras
ver
todo el odio
que te tengo
Stephen
Arrowsmith puedes asesinar
mi cuerpo
pero ah. Toma nota:
NUNCA
te daré
paz.
Muriel y su amante paleto
han muerto pues.
El doctor Joyce piensa para sus adentros que
Jenny es
hermosa y está razonablemente loca y se insinúa
practicable pero él es todo un
profesional
que vive única y exclusivamente para
darse
como un manantial
desbordado a causa de sus muchos juramentos
y Jenny, hermanastra gemela de Muriel
qué decir:
así le van las cosas, Mrs. Arrowsmith
con alucinógenos a hurtadillas prendidos de su champán
lo que nos lleva a Solange
ama de llaves anciana
con cuerpo de fulana milanesa recién salida del horno
nombrado cuello uterino más musculoso de la Villa
y mucho más vil
en brazos de Stephen
una vez barridos sus pellejos bajo la alfombra
mediante los milagros irrebatibles del pulp.
Hace frío.
Esta sangre maldita
volviéndose veneno en mis venas
es mercurio
Stephen
quiero seguir joven de nuevo
beberme a Jenny
justo cuando el doctor Joyce
esté demasiado ocupado
rebuscando verdades entre sótanos y entremuros
porque,
Stephen
—¿Sí, mi amor?
Mátala de una vez.
De habitación en habitación
todo es aceitar los bajos del giallo como si
una mula a punto
de parir
incluyendo trampas del ayer y lápidas de corcho y mayordomos
fallecidos en extrañas circunstancias
y un par de incendios de bolsillo
y varias conversaciones subidas de tono
Stephen chuleando a Jenny la legítima heredera
la cual ronda subliminalmente al doctor Joyce
el cual se siente atenazado por la larga sombra de Solange
justo cuando ésta
empieza a dar por sentada la presencia espectral de Muriel
siempre acompañada de su amante,
aún si cabe
más silvestre de ultratumba.
Dicho esto,
que quede el resto claro.
Los bajorrelieves, a pesar de ser alquilados
pesan lo que se les pide aún
de antemano asumida su falsedad a ojos vista
y los corazones de los difuntos errantes
en (por supuesto) formaldehído
hacen lo imposible:
a día de hoy (__/__/20__)
gestionar intriga alguna
con tal porte
cuando glorioso
el cuarto de hora final
y la naftalina
nos rescatan sin éxito de mañana lunes
donde de verdad sí
todos mueren.