A nadie se le escapa que, cuando el talento de uno más-que-deslumbrar-quema, es el momento de dedicarle un ratito a la auto-reflexión. Por no implosionar, más que nada.
Salta a la vista que mis dotes para la composición musical son de puto pasmo. Un tema fuerte de cojones, bien lo sabéis. Yo mismo, por poco que tenga alguna tarde muerta, me pongo a pensar en ello breaking thru un prisma particularmente doliente.
AUNQUE. Lejos de repetir los errores del pasado, ya no fundamento mis árduos paseos por los escarpados montes de la autocrítica en esos clichés que, no hace tanto, fueron mi base argumental para achicar el agua en éste mi naufragio por sobrepeso.
Por tanto, quiero comunicar oficialmente desde aquí que ya no volveré a bailar borracha en el casal de Caballeros Legionarios de Torras i Bages. Ni sobre la barra, ni bajo el futbolín, ni siquiera pienso desnudarme en los lavabos (que NO son mixtos, son solo de hombre(tone)s, dado que se trata de un casal de caballeros le-gio-na-ri-os: providencial coincidencia con los bares de ambiente más underground y las viviendas de caracoles gordos).
Así de irrevocable: porque hay que parar de sufrir.