lunes, 3 de agosto de 2015

UNA RELACIÓN DIRECTA


Sin título, a propósito del poema.



UNA RELACIÓN DIRECTA

 
 El otro día reconocí públicamente la existencia de la Violencia.
Fue la cosa más hermosa
que recuerdo de todo lo que recuerdo.

Hasta entonces
mi vida había sido —ahora lo sé— una suerte de carcasa hueca
vacía
        como vacíos de jugo los nudillos que en lo hueco de mi cráneo
        crecieron desde el principio desposeídos de amor y similares

lo que hasta ese momento percibí como    
Paz Interior —así creo que lo llamaban—
no era si no
una fístula por la que los desmerecidos peces
recién delegados / cebados eran
de mi memoria pobre —y residual, en su mayoría—
donde junto a flotantes cebos de modus operandi que ni siquiera fue
mamaban con su poquísima fruición la leche
que aguada
                   entre grumos fingió ser sangre mía.

Otra cosa:
                las Revelaciones Auténticas nunca vienen solas.
No fue solo
                  abrazar el golpe nuevo y flamante el temblor
                  de la carne
                  dentro y fuera del ojo

porque estaban conmigo

se contaron varios y no pocos —no paraban de repetirlo—
que junto a mí entraron sencillos como gotas de agua en el océano
imagen de incomparable belleza,
    parafraseando aquí al Sentir Popular—

y fue como —lo juro— entrar de nuevo en el Vientre Primero
como bendecido por una Excepción de lo propiamente Divino
que con justo gesto déjome temblando sobre la Lengua Sin Fin
que verbaliza desde los albores todas las palabras
                                                                                          malsonantes
amenazas
humillaciones
astillas a destiempo —balas ciegas—
bisbiseos de variables eminentemente nocivas
átono rumor de masa
                                  y su correspondiente clímax si procede
onomatopeyas secas / húmedas / mixtas
                           a veces incluso animales
monosílabos del ácido —antiguos, nuevos—
auténticas barbaridades
y sobre todo
—siempre—
el chasquido
que llegado el punto obsequia 
a los dientes cuales junto a ella 
celebran
              el Deleite
              el Orden Natural
              y todos los demás órdenes, hasta el último.

El temblor se detuvo solo en mí y no de él ni de la Lengua
—será eso lo que se entiende formalmente por Milagro
aprendí mi primer buen truco.

Ni de largo es lo tuyo tan emocionante;

aún me queda tanto
                                    —TANTO— por aprehender

pero te amo así —por primera vez y de verdad—
y puedo asegurarte que los que vendrán tras de ti
serán mejores
                       seguro más completos
                       restos reconocibles

aberraciones de autor
—veo en ello Grandeza, no lo negaré—
habrán de inspirar a la Lengua Colosales Discursos.
Pudiera ser. 
                     Esperemos.

Quién sabe
                    si algún día llegaré a ser memorable:
siento mucho si es que eso así fuera
el no haberte podido reservar para la ocasión

ni siquiera era una promesa pero
                                                     ahora que empieza
el glorioso resto de mis días
ahora sí te prometo —y prometo recordarlo—
ver tu última cara, la última de todas 
—yo sí que me acuerdo, me acuerdo—
en todos y cada uno de mis pasos hacia
     esa Plenitud de la que todos tanto hablan
                                                   
esa
      que ya no está 
      como nada está ya
                                       a tu alcance

mas tan solo lo que te quede ahora es tuyo:

el Silencio
—no cualquiera, digo Verdadero—
novísimo fruto único —llámalo equis
nacido de la cosa más hermosa
que recuerdo de todo lo que recuerdo.