jueves, 23 de septiembre de 2010

PRIMERA SESIÓN BUTOH EN EL TALLER DE EAT MEAT.





Para que una declaración de principios acabe por convertirse en un pretérito perfecto, es necesario saber qué se quiere en realidad. Por eso de la teoría y la práctica, digo. 

Y no es que quiera entrar en términos épicos, pero hay ciertas cosas en la vida que requieren algo más que una simple declaración de intenciones, poner sobre la mesa algo más que el vaso y las manos abiertas con las palmas hacia arriba. Requieren de un esfuerzo que no puede ocasionarse azarosamente, como el que tiene una feliz ocurrencia o rima dos frases sin querer. 

De esta guisa me veo: intentando comprender. El camino, ese fin con nombre de medio. Una cosa me quedó clara: me NIEGO en rotundo a caer en los clichés del artistoide autoindulgente que ve en el "gesto" y en la "intención" una suerte de montañas conquistadas, dejando a su paso, chancletazo mediante, un -a menudo- cochambroso "documento gráfico" que poco dice al respecto de nada. En otras palabras: después de esta primera sesión de Butoh extremo (muuuuy extremo), lo que acabó resultando de mi pintura podría catalogarse sin ambages como UNA PUTA MIERDA. Pero de la experiencia se aprende: por lo menos, ahora sé lo que NO debo hacer. Porque hay cosas que no son combinables a priori. Y, si lo acabaran siendo, esto sería básicamente fruto de un grandísimo, titánico, mastodóntico esfuerzo por comprender. Ahí es donde dormita apaciblemente el genio, el verdadero talento. Y nunca de cara a los demás; siempre de cara a uno mismo. Y eso, válgame dios, es todo. 

No despedirme sin antes abrazar muy -muy- fuerte desde aquí a Iker & Amaia, véase SOIZU, mis partners de lujo en este periplo del comprender y del hacer camino.

A vosotros. Seguimos.

Y a mi amado Mateo Sanchez. Por las fotos y por tu apoyo, que es mucho y para mí es casi todo.